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Las rosas de Tsu-Ling

El sabio Feng visitaba a menudo el jardín de Tsu-Ling que tenía las mejores rosa que rivalizaban con las mías. Las de él siempre ganaban el premio del emperador. Un día Feng me comentó que alguien había echado sal en la tierra de las rosas de Tsu-Ling. El creía que había sido yo. Pero, aunque lo odiaba, no podía odiar a sus rosas. Lo considero un jardinero superior. Feng por las mañanas daba sus largas caminatas. Él pensaba en sus casos, otras veces no pensaba en nada. A Feng no le gustaba pasear por la noche pero, ese día, se tuvo que quedar toda la madrugada alrededor del jardín de Tsu-Ling sin ver a nadie. Al atardecer, luego de descansar, Feng fue a saludar a Tsu-Ling. Noto que habían volcado mas sal sobre la tierra. Tsu-Ling se quería ir a la colina para dedicarse al cerezo y al jazmín, yo me llevaría el premio del emperador.  Mientras Tsu-Ling hablaba, Feng había hundido una pala en la tierra. Tsu-Ling le preguntó por qué hacía eso, si él pensaba que había sido yo. Supuest